Hace poco más de una década, explotó una extraña invasión. Conejos, visones, avispas, chinitas, arañas y hasta bacterias van extinguiendo lo nativo mucho antes de lo calculado por la teoría de la evolución. Son las nuevas especies invasoras que van devorando nuestra biodiversidad. Algunas fueron desarrolladas en laboratorio y autorizadas por el propio SAG. Conozca lo nativo, antes que se extinga.

Texto y fotos: Roberto Farias


Paula 1212. Sábado 05 de noviembre de 2016.

La doctora en ecología de la Universidad de Chile, Audrey Grez, lleva 25 años estudiando las 120 especies de chinitas chilenas. Es la mayor experta nacional:
–En 1998 recolectamos 90 mil chinitas con mis estudiantes en la zona sur de Santiago y encontramos un solo un ejemplar de Harmonia axyridis, –la famosa chinita arlequín–. ¡Una sola!
Era redonda y casi el doble de grande que la chinita chilena común. Más roja y con una notoria M o W en blanco y negro sobre la cabeza.
–Había ido a seminarios y congresos –dice Audrey– y en 1998 ya sabía que la chinita arlequín se había convertido en plaga en el norte de Europa. Por eso le pusimos atención, pero jamás imaginé que me tocaría ver cómo se expandiría hasta convertirse en una especie invasora en Chile. ¡Y tan rápido!
18 años después esa única chinita se ha multiplicado hasta ser cientos de millones. El 2003 la doctora Audrey la encontró en varios lugares de Santiago y Talca. El 2008 la reportaban desde La Serena hasta Concepción. Y el 2015 llegó hasta Chiloé, con visitantes aislados en San Pedro de Atacama y Aysén. Y sigue avanzando.
En la naturaleza son útiles porque se devoran al pulgón muy temprano en primavera –entre agosto y octubre–. Pero agrian el vino, al ser molidas junto con la uva en las cosechas. Y, lo peor, si quedan con hambre después de comer alfalfa y vides, hasta se comen a las otras chinitas chilenas. Un verdadero caníbal suelto por el campo.
En los años 80 se experimentó en Europa y Estados Unidos con la chinita arlequín para usarla, en vez de pesticida, para controlar las plagas de pulgón que afectaban a los productores orgánicos. Fue un éxito. ¡Sin duda!
Hoy domina casi todo el mundo. En Sudamérica solo se salva Bolivia y Surinam.
El problema es que adonde va llegando la arlequín, desaparecen las chinitas locales. Es un enorme daño al ecosistema de los insectos, donde cada especie mantiene a raya a otra. Si desaparecen, brotan los pulgones sin control y sobre todo en fechas donde la chinita arlequín simplemente duerme. Porque las locales no hibernan.
–La chinita arlequín es hoy “El” modelo de especie invasora –dice Audrey Grez–. Llega, se establece, se reproduce y de pronto, explota: se expande como una plaga y altera el ecosistema.
En el actual programa de Ciencias Naturales de 5° básico, Chile aún es considerado una isla biológica. La cordillera y el océano serían barreras naturales que protegen nuestro ecosistema. Pero de pronto, todo está cambiando.
–Y más rápido de lo que se pensaba–, dice el director del Laboratorio de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Chile, Ramiro Bustamante. El primero en detectar este nuevo paradigma de la biología moderna en Chile: la teoría de las especies invasoras.
Por la globalización, la actividad humana y el cambio climático, el proceso se aceleró. Los ecosistemas van a quedar encerrados en los Parques Nacionales.
Un primer –y único– catastro de especies invasoras en Chile, realizado el 2014 por el Ministerio del Medio Ambiente financiado por la ONU, consideró 128 especies y 27 realmente dañinas para la biodiversidad: la trucha arcoíris, el jabalí, el ciervo rojo, la chinita arlequín, la avispa chaqueta amarilla, el abejorro europeo, la rana africana, el espinillo, el romero, la rosa mosqueta, la zarzamora y el didymo, entre otras.
En esta novedad han surgido grupos como la página web “Harmonia Axyridis” de la doctora Grez, o los cazadores de castor en Tierra del Fuego o “Defendamos nuestro abejorro”, que lideran una docena de entomólogos y aficionados.
Pero Bustamante es cauto:
–Es muy difícil combatir las especies invasoras. Una vez que llegaron, sálvense quien pueda. Hoy no sabemos cómo combatirlas ni qué hacer al respecto, como biólogos nos pilló un poco en blanco este tema.

La indiferencia de los científicos
–Hace solo una década ningún biólogo hablaba de especies invasoras –dice Ramiro Bustamante– todos eran fanáticos de lo nativo. Si encontraba un bicho en una planta exótica, lo dejaban de lado. Ni siquiera colectaban la especie.
Y la invasión ya se estaba produciendo.
Por esa desidia de los biólogos “hoy no sabemos cómo ni cuándo llegó la primera avispa chaqueta amarilla, ni el primer conejo silvestre, ni el aromo, ni el primer pino radiata que creció en medio de un bosque nativo”, dice Bustamante.
Él ha registrado pequeños bosques nativos con pinos radiata creciendo en medio, como árboles silvestres.
Nadie pareció verlo a tiempo. Los pinos están aprendiendo cómo adaptarse y reproducirse. Una especie invasora pasa muchos años en estado de latencia, sobreviviendo, adaptándose. Hasta que de pronto, encuentra las condiciones adecuadas, o se modifica y se expande descontroladamente.
En Chile se han plantado 360 millones de pinos radiata en 30 años. Era casi inevitable que una semillita loca no quisiera crecer por ahí por su cuenta.
–Si el pino se asilvestra y llega a ser como el aromo, estamos fritos –dice Bustamante–, ¡chao bosque nativo!
El aromo, originario de Australia (Acacia dealbata) fue traído hace 100 años. Pero desde hace solo 30 se dispersó desde Santiago al sur en todos los ríos y caminos. Como da esa flor amarilla tan bonita y sombra, la gente lo aprecia. Pero está destruyendo rápidamente la población del sauce chileno, de la patagua y otras especies nativas que viven a la orilla de los cursos de agua.
Si el pino “creciera libre como el aromo” modificaría toda la estructura del bosque chileno, la acidez del suelo, la profundidad de napas de agua, altura de las copas y con eso, todo lo que subyace, fauna, flora, insectos, hongos… No sería raro que aparecieran después osos grises.

“Es muy difícil combatir las especies invasoras. Una vez que llegaron, sálvense quien pueda. Hoy no sabemos cómo combatirlas ni qué hacer al respecto, como biólogos nos pilló un poco en blanco este tema”, dice Ramiro Bustamante.

Según las observaciones de Ramiro Bustamante, el bosque nativo todavía combate al pino radiata silvestre. Lo rechaza. Lo aísla. Hasta ahora.
Es complejo entender cómo una especie de un día para otro comienza a expandirse. Muchos lo achacan al cambio climático, pero se debe, sobre todo, al hombre, al transporte, a la globalización.
Bustamante está estudiando la Eschscholzia californica, más conocida como Dedal de Oro, para entender el proceso de las invasiones. Hasta ahora, es una flor inocua californiana que se ha convertido en plaga en caminos y carreteras. Llegó en los 70 y ahora ya está subiendo a la cordillera de la Costa y Los Andes hasta los 3.000 metros. Incluso ya es flor símbolo del Cajón del Maipo.
–Fuimos a California y Australia a estudiarla y allá curiosamente no son plaga –dice Bustamante– por eso queremos entender por qué y cómo se adaptó acá. Podemos experimentar con ella, moverla, plantar sus semillas, etc, sin tanto miedo a empeorar el problema porque es inocua, hasta ahora.
Pero me deja pensando. Varias, o muchas de las especies invasoras fueron traídas por el hombre. Saltaron desde los barcos, desde los camiones de frutas, desde los autos.
Audrey Grez busca una foto que me quería mostrar de la chinita arlequín. Tiene miles. En su escritorio: ceniceros, apoya libros, pisapapeles, corcheteras con forma de chinita. No la encuentra:
–Era una foto en el paso Los Libertadores. Miles de chinitas arlequín hibernando en las huellas de la rueda de un camión. Miles. ¡Muy probablemente así entraron desde Argentina!
Otros invasiones, sin embargo, fueron ¡autorizadas por el SAG y patrocinadas por el Ministerio de Agricultura!
Es el caso del abejorro Bombus terrestris cuya invasión tiene al abejorro nacional en peligro de extinción en solo 10 años. Todavía es considerada especie benéfica por las autoridades agrícolas nacionales.

Junto al boom de lo orgánico, se desató la corriente de insectos invasores. Es el caso del abejorro europeo, que fue traído para el control de plagas.

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Foto: Pablo Vial Valdés

Hablan los culpables
–En el caso del abejorro europeo –dice José Monsalve, un biólogo chileno de Valparaíso hoy residente en Wisconsin, que fundó el sitio “Salvemos nuestro abejorro”– llegó introducido por los agricultores de tomates y arándanos. No fue casual.
Lo mismo que el castor en el siglo pasado en Tierra del Fuego. O el visón, en Llanquihue, introducidos por su piel, los cultivadores de arándanos y tomates propiciaron la introducción del abejorro europeo porque polinizaba mejor que el abejorro nacional. Aumentaba la producción entre un 25 y un 40%.
Gracias a la Ley de Transparencia, el SAG entregó las autorizaciones que dio para el ingreso del abejorro europeo considerado en 1997 “especie benéfica”. La primera fue la empresa israelí Yad Mordechai que introdujo 405 colmenas en 1997 para polinizar tomates de invernadero en la zona de Quillota.
El abejorro europeo dio tan buenos resultados que desde entonces el SAG autorizó el ingreso de un millón de colonias (reinas y colmenas) provenientes de Israel, Holanda, Bélgica y Eslovenia que fueron compradas por agricultores nacionales de tomates y arándanos. Luego de polinizar los árboles, un gran porcentaje de abejorros siguieron volando libres por el campo… No hay forma de controlarlos.
–El problema –dice Montalva– es que antes de autorizar tal ingreso, nadie averiguó las consecuencias. ¿Qué sucedió? El abejorro europeo desplazó al abejorro nacional, el Bombus dalhbomii, el más grande –y lindo– abejorro del mundo, naranja y peludo.
Le competía por la comida y le contagió tres enfermedades.
Hoy el Bombus dalhbomii está en peligro de extinción. Queda solo el 15% de la población que había el 2006 ¡Y bajando! Mientras el Bombus terrestris habita ya desde Copiapó hasta Llanquihue con apariciones en San Pedro de Atacama y Aysén.
De los cuatro importadores de abejorros, solo una empresa accedió a hablar. El agrónomo Adrián Wagner, representante de la israelí Biobee en Chile, que ha importado casi la mitad de ese millón de colonias, explica:
–¡No estigmaticemos al abejorro europeo! No es la única causa. Hay multifactores, el cambio climático, los nuevos pesticidas, la urbanización, etc.
Claro, pero esos factores estaban ya y el abejorro vivía normal. Donde se ha introducido esta “súper especie” de abejorro europeo, los abejorros locales disminuyen. En Inglaterra se declaró extinta una especie local hace un año. Y en Estados Unidos tres de sus especies están en peligro de extinción.
Dice Biobee que sus abejorros no están modificados genéticamente y que solo son una especie top que hace lo que tiene que hacer. ¡Solo que lo hace muy bien!
–Nos quieren hacer ver como los malos de la película. Pero gracias al abejorro los tomates que se producen en Chile ya casi no usan pesticidas. Porque colaboran al control de plagas. ¡No somos Monsanto! Somos lo contrario.
Biobee calcula que donde se usan abejorros, se disminuye hasta un 80% el uso de pesticidas.
En su defensa, el mismo Wagner intentó polinizar con el Bombus dalhbomii –el abejorro nacional– cuando se tituló de agrónomo en la Universidad de Las Américas en los 90. Se sorprende que conozca su tesis. Como el bicho fue muy difícil de reproducir, optó por el abejorro europeo en 1998, ¡que ya estaba mostrando las primeras señales de plaga en Europa!
–Ya se sabía –dice Wagner–. El SAG sabía (que era plaga cuando se autorizó su ingreso). Pero había una presión económica de la agricultura orgánica por usar mecanismos biológicos de polinización y trajimos los primeros.
–¿Y qué sientes cuando hoy ves un abejorro europeo en San Pedro de Atacama o la Patagonia? Donde por ninguna razón debería estar. ¿No te genera problemas de conciencia?
–Claro –dice Adrián Wagner– siento lo mismo que cuando veo una carretera que cruza la Patagonia. O vacas en Frutillar. Es el hombre. Es inevitable. Que se puede hacer mejor, claro. Pero toda actividad humana tiene sus costos. ¿Quieres comer tomates orgánicos? ¿Arándanos sin pesticidas? Tienes que usar abejorros, o insectos controladores. Y van a tener consecuencias. Buenas. Pero también malas.

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El doctorado en Ecología Francisco Peña, frente a brotes de Dedal de Oro, en Farellones a 2.500 m de altura.

Curiosa asociación. Junto al boom de lo orgánico, se desató la corriente de insectos invasores.
El SAG recién está cambiando el paradigma con respecto al abejorro. En noviembre se reunirá con miembros de “Salvemos al abejorro”, la FAO, biólogos e importadores del insecto para comenzar a normar el asunto. Y apoya también un programa intergubernamental de especies invasoras con financiamiento internacional que prueba en el archipiélago Juan Fernández algunos métodos de control. Las invasiones son ya preocupación mundial.
Antes, solo había casos curiosos de invasión. Como la rana sudafricana Xenopus laevis, que fue introducida en 1961 como detector de embarazo.
–Se le ponía una gota de orina de la mujer en la espalda y detectaba las hormonas cambiando de color –cuenta Ramiro Bustamante.
El jabalí se introdujo para cotos de caza a los pies del volcán Calbuco en los años 70. Hoy está en la cordillera desde Chillán al sur. Fueron consideradas especies benéficas en su momento, pero hoy son dañinas. El jabalí –omnívoro– devora todo a su paso y la rana africana tiene copados lagos, ríos y lagunas desde el Aconcagua hasta el Maule dejando a los anfibios nacionales sin espacio ni comida.
–Hoy el conocimiento ha cambiado –dice el profesor Ramiro Bustamante–, deben cambiar los criterios. Es evidente que algo está pasando en Chile entre los hemípteros, las cucujoideas y las eschscholzias.
–Es evidente, claro, por supuesto– le digo, buscando de inmediato un diccionario. Quiso decir abejas, chinitas y califórnicas.
Mientras tanto, algunos se lanzan al combate. José Montalva y su grupo “Salvemos al abejorro” iniciaron una campaña en la Quinta Región. Un miembro se disfraza de abejorro gigante y recorre colegios y centros comerciales haciendo conciencia. No es lo único.

En la Patagonia ya no les temen tanto a las hidroeléctricas como al castor, que este año ya fue visto al oeste de Punta Arenas. En Coyhaique están aterrados con el ciervo rojo. El lindo ciervo navideño.

En las quebradas de Valparaíso y Viña del Mar, las municipalidades hace poco comenzaron una campaña contra la plaga de conejos que impiden a los arbustos renovarse, porque a los conejos les encantan los brotes, lo que aumenta los pastizales. ¡El conejo favorece los incendios forestales! Increíble, pero cierto. En Chiloé están preocupados por la bacteria asiática, la tsutsugamushi, que apareció en Castro. La transporta un ácaro del trigo que se desplaza sobre las ratas. Produce una fiebre parecida al tifus que mata miles de personas en Asia e India cada año. Aunque el ácaro se detectó una primera vez el 2006, resurgió el verano pasado y por primera vez atacó a cinco humanos en Castro y en Ancud. Todos se salvaron. También les preocupa la chinita arlequín, que este año llegó a Dalcahue. Y la trucha arcoíris, que se devora toda vida de ríos y lagos. Más la Diatomea didymo, un moco algoso que asfixia los cauces de agua.
En la Patagonia ya no les temen tanto a las hidroeléctricas como al castor, que este año ya fue visto al oeste de Punta Arenas. En Coyhaique están aterrados con el ciervo rojo. El lindo ciervo navideño.
En septiembre el diario El Divisadero publicó la foto de un ciervo silvestre en los bosques de Cerro Castillo. El cornudo animal podría ser solo un visitante aislado, pero tratándose del más agresivo de los cérvidos, un verdadero rey del bosque, podía significar una amenaza para el delicado huemul.
Ya invadió la cordillera del Maule y la Araucanía. Forrajea los renovales del bosque nativo y daña los cultivos. Pero, si llega a competir con el huemul, el impacto podría ser catastrófico. Lo podría desplazar de su hábitat y si les hace ñaca ñaca a sus hembras, procrear híbridos (porque son primos) y con el tiempo convertir el símbolo del escudo nacional en quizás qué engendro monstruoso. Ya les detectaron protuberancias rarísimas a 45 huemules de la Reserva de Cerro Castillo y todavía no se sabe qué las causa. Y no son cuernos, que de tenerlos, ya los tiene.

Fuente: Paula