Un día de verano hace varios años, Fabrice Lambert, climatólogo de la Pontificia Universidad Católica de Chile, se reunió con uno de sus colegas en Quinta Normal, un parque público de 35 hectáreas en el centro de Santiago. Los investigadores no estaban allí de picnic. Llevaban consigo una herramienta con punta de taladro conocida como barrenadora incremental y un paquete de cera de abejas.

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